Esta reseña sobre Deca-dence contiene spoilers. Si no has visto el capítulo, te recomendamos hacerlo y después regresar a leer la reseña.
Capítulo 7: “Driveshaft”
En esta nueva entrega de Deca-dence, Kaburagi regresa con su nuevo avatar y es sorprendido por un asedio a la zona de los “tankers”. Tras la contención de los “gadolls” y la masacre, se reúne con Minato y este le reconoce que es una forma de eliminar el exceso de población de los humanos. Mientras, Natsume toma la iniciativa y pide ayuda para cerrar el agujero que han creado los monstruos. Al principio, la respuesta es negativa, pero finalmente, es apoyada por los suyos.
Finalmente, Kaburagi se decide y se acerca a Natsume con la escusa de haber sido enviado por su maestro. Gracias a la reacción de Pipe, la joven confía en él y le reconoce la desesperación interna que siente. De nuevo en el correccional, Kaburagi invita a Donatello a destruir la fábrica de “gadolls”.
Análisis: de la idea a la acción
Esta semana en Deca-dence, descubrimos que fue Minato quien evitó que nuestro cyborg protagonista fuese desguazado. El ambiguo personaje va cobrando un matiz relevante en la trama, dada su especial relación con Kaburagi y su insistencia en protegerlo. Otras escenas importantes son aquellas relacionadas con el crecimiento personal de Natsume, su relación con otros “tankers” y, sobre todo, el viaje que realizamos a la complejidad de su alma entre lágrimas.
Las lágrimas de Natsume, son en efecto, lágrimas que prenden fuego. Y es que, si hay que destacar un avance en la trama, es el estallido de ira de Kaburagi. Durante seis episodios, ha pasado del abandono vital a enfrentar las preguntas que tanto le duelen, ha encontrado la respuesta y, finalmente, el valor para transformar las ideas en acción. Si los errores son necesarios, hay que iniciar un cambio, una revolución que asegure su continuidad.
Natsume y los humanos
En este capítulo, la atención que Deca-dence le cede a los tankers cobra especial significado, tanto a nivel social como individual.
El enfoque en Natsume nos da una dimensión más enriquecida del personaje. No es simplemente una erupción positiva de energía, la percepción que los demás tienen de ella no es la que tiene ella en su fondo, ni tampoco de la realidad. La interacción con Kaburagi es clave para entender que el esfuerzo de superación la consume, mientras acepta que tiene que seguir luchando contra los “gadolls” aunque no haya esperanza.
Por otro lado, la caracterización de los humanos es muy rica en estética y personalidad. Deca-dence sabe integrar en pocos diálagos el pesimismo de su amiga Fei, la heroicidad de Kurenai y el ambiente social. Este ambiente compagina el miedo y el egoísmo con el impulso de la supervivencia, la necesidad de mejorar juntos. El cambio de actitud y la autonomía de los tankers para protegerse a sí mismos y arreglar el agujero es un síntoma de algo más grande que quizás esté por venir.
Kaburagi y los resortes de una revolución
Nuestro cyborg protagonista ha alcanzado una respuesta a todo un viaje de maduración personal y descubrimiento de su verdad interior. Ya no es suficiente con postular una rebeldía mártir ante el sistema, es el inicio de un desafío, una revolución. Si el error es necesario, hay que luchar por él.
Además, el futuro que plantea la trama, tiende puentes comunes entre los humanos y los cyborgs desechados, un encuentro común ante un mismo enemigo. Uno de los puntos más interesantes de la serie es, en mi opinión, la humanización de la sociedad cyborg y su división entre opresores y oprimidos.
A modo de conclusión
Deca-dence sigue haciendo gala en muy pocos capítulos y diálogos del desarrollo de unos personajes, que, lejos de ser maniqueos, se dibujan en grises con pocos trazos maestros. Aunque el concepto incluye algunos tópicos y estereotipos, la clave para mantener encendido nuestro interés no radica en el qué sino en el cómo.
La serie no pretende ser entretenimiento superficial, se enriquece en su trasfondo y tiene un mensaje.