lightbulb_outline Esta reseña sobre Majutsushi Orphen Hagure Tabi contiene spoilers. Si no has visto el capítulo, te recomendamos hacerlo y después regresar a leer la reseña.
Capítulo 7: “Reúnanse en mi bosque, lobos”
Esta semana en Majutsushi Orphen Hagure Tabi, Salua despierta y Orphen le pide que lo lleve hasta McDougal. El joven hechicero propone al jefe de la aldea salvarlo de Salua a cambio de la libertad de Fiena. Sin embargo, McDougal insiste en ir al corazón del bosque para conseguir el poder del santuario, pelea contra Orphen y acaba muriendo víctima de su propia arma. Cuando los aldeanos lo descubren, se desesperan y acaban persiguiendo al hechicero.
Deep Dragon se dirige a la aldea para destruirla como castigo a sus habitantes por haber intentado adentrarse en sus dominios sagrados. Sin embargo, Majic, Orphen y Claiomh se enfrentan a este. La joven porta consigo al hijo de Deep Dragon, que ha simpatizado con ella; lo usan como rehén sin éxito. Orphen se ve entonces forzado a una lucha mágica contra el dragón, y en ella, descubre su punto débil y usa la magia de Majic para bloquear su campo visual. La criatura es herida, pero insiste en su lucha. Fiena aparece y trata de posicionarse contra él sin éxito. De pronto, Claiomh le reprocha a Deep Dragon que no se preocupe por su hijo, lo alza, y el pequeño dragón mata con su magia a su propio padre.
Majic y Fiena se despiden y siguen cada uno su propio camino. Los protagonistas continúan su viaje.
Análisis: Acción y sobrexplicación
En esta séptima entrega de Majutsushi Orphen Hagure Tabi, se cierra el interesante ciclo que ha tenido lugar en los dominios del bosque de Fenrir. Ha sido el perfecto escenario para dibujar los límites de las creencias y el poder en el reino de Orphen, pues la aldea se esconde entre fronteras, entre la civilización y el territorio sagrado de un dios. En tierra de nadie y de todos, es donde verdaderamente trazamos una imagen fiel, ya que es donde chocan los intereses enfrentados.
Por otro lado, si bien ha servido para realzar el papel independiente de Orphen y las complejidades grises de su mundo, que él rechaza abiertamente, este último capítulo ha conformado una mezcla apresurada y extraña entre acción y sobrexplicación.
En conjunto, ha sido un episodio con bastante tensión dramática, entretenido y con escenas cómicas muy equilibradas. El tono no se ha roto en ningún momento, y el cuidado en la banda sonora es evidente. Sin embargo, si tuviéramos que analizar el fondo de su contenido, sin duda, podríamos afirmar que es confuso.
Sobrexplicación
Uno de los graves pecados generalizados que se le suelen atribuir al anime es la sobrexplicación. Los personajes dan una manifestación verbal y detallada de todo cuanto van a hacer a sus enemigos antes de hacerlo. Hay muchas parodias al respecto.
El problema es especialmente complejo en Majutsushi Orphen Hagure Tabi. La historia está in medias res, y el conocimiento sobre la magia y su mundo se intenta aclarar sobre la marcha o con explicaciones justificadas. Un ejemplo sería la charla de Orphen con Claiomh, que nos revela las dos religiones del continente y sus disputas gracias a la conveniente ignorancia de su amiga al respecto. Sin embargo, en este capítulo se concentra demasiada información en los diálogos para completar toda una serie de acciones que se acumulan y necesitan un trasfondo.
Ahora bien, todo el guion que rellena los usos de la magia es tan espeso como innecesario. El desajuste parte de la incoherencia entre la situación y la charla, y se resuelve con explicaciones veloces que no asimila el espectador ni de broma. Y ya, cuando en mitad del combate con Deep Dragon, personajes como Fiena empiezan a contarle a su enemigo que van a usar tal técnica, que consiste en esto y aquello, y que por eso lo vencerá, mientras dicho contrincante le responde que no podrá con él exponiendo sus razones antes de atacar… Desembocamos, inevitablemente, en ese feo cliché.
Desentrañar cómo funciona la magia en una historia
En un mundo paralelo donde hay un poder especial, surge la duda sobre si en la historia se le va a dedicar un extenso desarrollo o se va a simplificar en lanzamientos extraordinarios de lucecillas y poco más.
Cuando el universo mágico de esa trama, como es el caso en el mundo de Orphen, es elaborado, hay distintas maneras de irnos acercando a ese poder. No obstante, el objetivo es el mismo: lograr introducir en la complejidad de las técnicas de esa magia al espectador.
Esto funciona de maravilla si el protagonista es un novato que va aprendiendo, porque vamos aprendiendo con él (por ejemplo, en Boku no Hero Academia, aprendemos con Deku progresivamente). El conflicto surge de la mano de aquellas historias en las que el protagonista ya da por hecho todo cuanto vive y conoce, pero el espectador no. En estos casos, se pueden lograr genialidades que van atrapando al espectador, y Majic sería ideal, como alumno, para ayudarnos a aprender con él. Sin embargo, el espacio y la programación modesta de esta serie no permiten algo así. El resultado es una acelerada explicación constante, que a veces sí tiene sentido, y otras, sencillamente, roza el absurdo. Me recuerda a la dinámica de Tate no Yuusha no Nariagari, pues siento que su adaptación al anime cayó en el mismo error.
A modo de conclusión
En esta entrega de Majutsushi Orphen Hagure Tabi, nos hemos encontrado con un capítulo que cierra el ciclo del bosque de Fenrir. Las acciones se acumulan, pero dejan cabos sueltos y desórdenes estéticos, como el papel irrelevante de los aldeanos frente a la enorme importancia que se le da a salvar sus vidas.
Otro posible error reside en incurrir en el pecado del anime sobrexplicativo, de manera exagerada y acumulativa. Pretende dar una imagen de formas elaboradas y astucia a la hora de usar la magia, pero la información es tanta en tan poco y el espectador está tan poco familiarizado con la técnica de ese poder, que resulta imposible conectar con la escena. Ciertamente, los lectores de la novela encontrarán lógica y catarsis, porque ya han profundizado en el mundo de nuestro hechicero; pero conviene recordar que si una adaptación no es capaz de transmitir un mensaje coherente en sí misma, sin ayuda externa, no es una buena adaptación.
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